
Itxaso engullía regresos. Tenía una colección de billetes de tren dispuestos por orden en su estómago, que de vez en cuando protestaba y se los escupía en forma de flores amarillas.
Según había pasado el tiempo, se había convertido en costumbre, derivado en manía, y cada vez que otro de ellos atravesaba con un guiño su garganta todo se le subía o le bajaba y no había manera de parar de devolver entre raíces.
Así obtuvo su jardín precioso, con innumerables partos y horas de podar. Ahora sus nietos la ayudan y han cambiado los colores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario